martes, 16 de diciembre de 2008

DOS DESEOS. Un cuento de miedo.

Hola, amigos:

En primer lugar, respondo a la pregunta de Patri acerca del anterior post, el de la boda gay. Las descubrieron porque solo habia un baño en cada planta. Cuando Mario estaba dentro, no está claro si la dueña de la pensión abrió la puerta de improviso o miró por el ventanuco, pero el caso es que vió que no era un hombre, sino una mujer.

Y ahora el cuento de miedo.

Tomando café, mi amiga Lourdes me comentaba que había tenido una mala noche por culpa de una pesadilla, y que no lo pasaba tan mal desde que, hace muchos años, fuimos un fin de semana a la playa con unos amiguetes, cuando aún se podía acampar sin problemas en cualquier sitio. Estábamos en torno a una fogata, en la arena, cenando, y se nos ocurrió contar historias de miedo. Yo acababa de leer una recopilación, les conté esta historia y mi amiga no pegó ojo en toda la noche. No estoy seguro del autor porque nunca fui capaz de recordar el verdadero título, pero creo que es H.P. Lovecraft. Si a alguien le suena, que me refresque la memoria, por favor.

Como siempre, lo contaré a mi manera. Ahí vamos.

Jack se encontraba muy cansado. Cada día se encontraba mas viejo, con mas dolores, con menos fuerza, con menos ánimo. La edad pasaba una factura imposible de aplazar para un campesino pobre. Con recursos apenas suficientes para que sobreviviese su familia, debía seguir trabajando en la huerta.

Su único hijo, Tom, tiraba del arado sujeto por un rústico arnés y él sembraba el maíz en el surco. Era una vida miserable y aburrida, por eso el hombre sintió una punzada de ánimo al ver la figura que se recortaba en el horizonte.

Era un viajero, sin duda, así que podría oír historias de lugares lejanos, chismes, cotilleos, escenas de la lejana corte del rey... salir por unas horas de la monotonía de su vida. El hombre tenía un aspecto muy extraño, con ropas de corte y colores inusuales, una gran mochila a su espalda y una franca sonrisa en el rostro.

Buenas tardes, amigo. ¿Que le trae por aquí?

Buenas tardes tenga, señor. Estoy de paso. ¿Hay alguna posada cerca?

Jack sabía que apenas dos kilómetros apartada del camino había una fonda, pero pensó que podía sacarle algo de dinero y quería un rato de asueto, así que le mintió al viajero.

No, señor. Y va a anochecer dentro de poco. Podría quedarse a dormir en nuestro establo y cenar con nosotros. Le cobraremos poco.

No quisiera ser una molestia. ¿Puedo pagarle en monedas de cobre?

Como prefiera, señor, y puede usted contarnos las últimas noticias. Aquí es difícil que nos lleguen novedades. Mi nombre es Jack, y este es mi hijo Tom.

Hecho, señor, me llamo Bradley.

Aquella noche, su esposa cocinó de maravilla, su hijo no bebió más de la cuenta y el viajero resultó ser una agradable compañía. Con voz suave y siempre sonriendo les fue contando lo que acababa de acontecer en el mundo, y Jack pensaba que noches como esa deberían ser más frecuentes.

De pronto, la puerta saltó hecha pedazos. Un jinete a caballo acababa de embestirla y casi se precipita con el animal dentro de la cabaña. El guerrero desmontó y armó una ballesta con tanta rapidez que a los sorprendidos comensales no les dio tiempo mas que a levantar las manos en señal de sumisión. En su cara brillaban unos ojos feroces que miraban a Bradley y de su garganta surgió una voz profunda, fría, espantosa.

Vas a morir.

Jack y su familia estaban en estado de shock, inmóviles, temblando. Bradley había caído de rodillas y parecía rezar. Su oración se vio interrumpida cuando una flecha atravesó su corazón.

En cuanto a vosotros...

Jack miró a su esposa, que estaba absolutamente pálida, y a Tom, que miraba el reguero de sangre que se estaba formando mientras se orinaba encima. Cayó de rodillas y comenzó a suplicar.

¡Señor! ¡Por favor! ¡No hemos hecho nada! No lo conocíamos, solo le dimos cobijo. Preguntó por una posada cercana, pero yo quería que nos contase alguna historia y ganar algunas monedas. No debía estar aquí. Somos pobres señor ¡No tenemos nada! Solo un rato de asueto cuando pasa algún viajero. ¡Por favor, señor! ¡Déjenos vivir! ¡Por favor! ¡Por favor!

Os equivocaiss, algo teneis: cobardía. Y en abundancia. No tengo más arma que la ballesta, ya la he disparado y sois dos hombres contra mí. No iba a mataros, sino a compensaros, pero ya veo que habéis mentido y os ha faltado voluntad real para mejorar vuestra suerte. Así que os concedo dos deseos, pero sabed que estarán condicionados. Lo que obtengáis por un sitio lo perderéis por otro. Yo me conformaría con lo que tuviese y no los usaría. Espero que dentro de vos haya algo de inteligencia y tampoco lo hagáis.

Dejó caer un cirio y una bolsa en medio de la estancia, se dio la vuelta y se dirigió a la destrozada puerta. Mientras montaba en el caballo les dijo:

Encendedlo al amanecer, pedid el deseo y apagadlo. Al anochecer el deseo estará cumplido. En la bolsa hay unas monedas para que podáis comprar una puerta nueva. Enterrad a ese miserable.

Y se fue al galope, dejando a los campesinos perplejos, confundidos y aterrados por la experiencia.

Al día siguiente, Jack y Tom fueron al pueblo a encargar una puerta nueva después de dar sepultura a Bradley, profundamente impresionados por lo acontecido la noche anterior.

Padre, ¿crees que será cierto lo de los deseos?

No sé, hijo, todo es muy extraño.

Si fuera cierto podríamos pedir una mula, o mejor un caballo, así podríamos tirar del arado con él y sembrar mas tierra, y recoger mas maíz, y quizá salir de pobres.

No sé, hijo. También nos dijo que lo que sacásemos por un sitio lo perderíamos por otro...

Pero no tenemos mucho que perder, padre. Somos pobres. ¿Qué puede pasar? ¿Que nos quiten las gallinas? Siempre podríamos vender el caballo...

Ya veremos, Tom, ya veremos.

Pero Tom siguió insistiendo todo el día, y por la tarde convenció a su madre, que cerró filas con el hijo. Jack, que en el fondo también estuvo tentado desde el principio, terminó claudicando. Dos días después decidieron encender el cirio y pedir un caballo.

Al anochecer, miraban nerviosamente cada uno por una ventana en busca de una señal, un ruido, algo que indicase el cumplimiento del deseo.

Un fuerte golpe en la puerta los sobresaltó, y mitad muertos de miedo, mitad henchidos de esperanza, descorrieron el pestillo y la abrieron.

Allí estaba el guerrero de mirada feroz montado en su caballo. Desmontó, y tendiendo la mano que sujetaba la rienda hacia Jack le dijo con su voz espantosa y gélida:

Aquí tienes. Que te aproveche.

Y dejó la rienda suspendida en el aire, apenas a un palmo de Jack y Tom que, sorprendidos, la dejaron caer al suelo. Se agacharon al unísono a cogerla y al levantarse comprobaron con sorpresa que el guerrero había desaparecido.

Ataron el caballo en el establo y se fueron a dormir sin saber muy bien qué pensar ni qué sentir. En realidad, estaban comenzando a vivir una pesadilla horrible, pero aún no lo sabían.

Mañana continuamos en otro post.

Besos a tod@s

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