miércoles, 17 de diciembre de 2008

DOS DESEOS. Un cuento de miedo. 2ª parte.

Hola, amigos:

Vamos sin dilación a resolver el cuento, que si no más de uno me mata.

A la mañana siguiente comenzaron a trabajar con el caballo. Era una delicia. Dócil y fuerte, parecía saber exactamente lo que había que hacer, así que padre e hijo se limitaban a sembrar en el surco que dejaba tras de sí el arado tirado por el animal. A media mañana, decidieron que una sola persona podía perfectamente hacer el trabajo, y Tom le dijo a su padre que se fuese a la cabaña a descansar.

Jack estaba sentado junto a su mujer, tomando agua fresca, cuando oyó un enorme grito de dolor. Sobresaltado, salió al huerto a ver qué pasaba, para ver aterrado cómo el caballo pisoteaba a Tom. Salió corriendo, gritando, pidiendo al caballo que parase y el caballo le hizo caso, pero sólo porque su hijo ya estaba muerto.

Jack miraba horrorizado el cuerpo de Tom cuando una voz gélida dijo a su espalda:

Nada es gratuito. Siempre hay que dar algo a cambio de algo, y saber muy bien lo que se pide. El caballo era para mejorar vuestra suerte, pero para ello debíais esforzaros en el huerto los dos. Si os mueve la pereza, que uno de vosotros no quiera trabajar, el deseo os castiga. Por eso ha muerto tu hijo.

Antes de darse la vuelta, Jack supo que el guerrero ya no estaba allí. Y cuando lo hizo, lo único que pudo ver fué el espanto de su esposa al contemplar a Tom reventado por el caballo.

Como todos los pobres, dio sepultura a su hijo con sus propias manos, a un centenar de metros de la casa, sollozando, destrozado, acompañado en su duelo por su inconsolable esposa. Al día siguiente, delante de una frugal comida que ninguno podía tragar, Jack oyó una proposición de su mujer.

He estado pensando toda la noche, Jack. Podemos pedir que vuelva Tom. Nos queda un deseo.

No, Tina, no.

Si, Jack. Es... era nuestro hijo.

No, Tina. ¿ No has aprendido nada? ¿No comprendes que puede pasar algo terrible a cambio?

Jack, es tu hijo.

Jack...

No me pidas eso. Por favor...

Tom ha muerto porque quisimos el caballo. Pidamos que vuelva y que se lleve el maldito animal. Deshagamos lo pedido, Jack.

Y continuó insistiendo, hasta que Jack estuvo de acuerdo en pedir que el caballo se fuese a cambio de la vuelta de Tom. A la mañana siguiente, tras encender el cirio y hacer la petición pasaron el peor día de sus vidas, el más largo, el más temido y a la vez deseado. Hasta que por fín llegó la noche, y oyeron cómo golpeaban la puerta.

Era el guerrero, que había cogido el caballo, y que les hablaba con voz de ultratumba.

Sea, campesino. Habéis cumplimentado las dos peticiones y me marcho para siempre. Allá viene vuestro hijo.

Y desapareció.

Frenéticos, aguzaron la vista en la dirección que les indicó el guerrero, pero de momento no veían nada.

De pronto, Jack empujó a su esposa, derribándola al suelo y la arrastró hacia el salón. La mujer, sorprendida, confusa, se vió atada a la mesa central y en unos segundos estaba completamente inmovilizada.

¡Jack! ¿Qué pasa? ¡JACK!

¡Lo siento, Tina, lo siento tanto!

¡Dios mio, Jack! ¿Qué haces? ¡Por Dios, Jack!

Atónita, vió salir de la casa a su marido llorando desconsoladamente, empuñando un hacha. Oyó la voz distorsionada pero inconfundible de su hijo, pidiendo auxilio, y golpes y más golpes mezclados con los sollozos de Jack.

Y supo que su hijo había muerto de nuevo, esta vez a manos de su padre.

Cubierto por la sangre de su propio hijo, roto por dentro, Jack no sabía cómo explicar lo ocurrido. ¿Cómo decírselo a Tina? No podía. Imposible. Prefirió que no viese cómo su hijo emergía de la tumba y se arrastraba hacia ellos.

Vivo, sí, pero horriblemente mutilado y en pleno proceso de descomposición.

Vivo, sí, pero no era Tom, sino una masa informe y pútrida.

¿Cómo decírselo a Tina? Imposible. No podía.

Besos a tod@s y dulces sueños...



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